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Una vez que se ha escogido el tema o al menos el área de trabajo, tiene que pasarse a definir y formular adecuadamente los términos del trabajo, y a delimitarlo o centrarlo. Para el investigador con experiencia no es ningún problema definir y centrar su investigación. Sus conocimientos en el campo de investigación y su experiencia le permiten hacerlo casi sin darse cuenta. En cambio, para el estudiante que se inicia, que tiene que hacer sus trabajos precisamente como medio de aprendizaje porque carece de experiencia y de conocimientos suficientes, éste es uno de los momentos no sólo más difíciles sino de mayor proyección en el desarrollo de su trabajo.

 

De lo bien que defina y delimite su investigación dependerá posteriormente el mejor resultado y el ahorro de esfuerzos. (Definir significa construir una valla alrededor. Viene del latín fines- límites).

 

En este sentido, el primer paso es determinar bien el propósito del trabajo; es decir, definir bien la perspectiva desde la cual se enfocará la investigación. Un trabajo de nivel inicial, se hace, se hace generalmente, con alguno de los siguientes propósitos: a) para informar; b) para describir o exponer la situación en un campo; el grado de desarrollo, los últimos avances, las ideas más recientes; c) para analizar un problema, una situación, un período, un acontecimiento en sus elementos o sus implicaciones; d) para divulgar o explicar o dar a conocer algo, y e) para hacer recomendaciones.

 

Entonces, hay que reflexionar o pensar exactamente cuál es la pregunta o situación que se desea aclarar.

 

Inmediatamente después conviene intentar expresar el tema del trabajo en una frase corta. Por ejemplo: “La fundación de la ciudad de México”, “La clase media actual en Puerto Rico”, “El origen del municipio en América”, etc. Además si los conocimientos del tema lo permitieran, es conveniente establecer la frase en forma de proposición, por ejemplo: “La ciudad de México se fundó realmente en 1521”, “La clase media de Puerto Rico carece de conciencia de clase”, “El municipio en América es un trasplante del municipio español”, etc. Es decir, aquí estaríamos ya planteando la hipótesis de nuestro trabajo, aquella explicación o respuesta tentativa que precisamente estaremos tratando de probar o rechazar con nuestra investigación.

 

Una vez definida la perspectiva del trabajo y planteado el tema e forma de frase o proposición es conveniente plantearse el propósito fundamental en forma interrogativa; hacerse lo que podríamos llamar la pregunta central del trabajo. Hay que preguntarse qué informaré, que expondré, qué analizaré, sobre que haré recomendaciones, etc. Hay que pensar en términos de qué es lo que se tratará de hacer, probar o establecer. Así haremos un esfuerzo adicional por aislar la idea o propósito central del trabajo y así determinar más exactamente el problema o tema a estudiar. Por ejemplo: ¿Cuál es la fecha y el lugar exactos de fundación de la ciudad de México?, “¿Constituye la llamada clase media en Puerto Rico una clase social?, ¿Es el municipio de América un trasplante del municipio español?

 

La pregunta e idea central constituirá el eje del trabajo, alrededor del cual girará todo el proceso mental de la investigación y de igual forma, servirá de guía y orientación.

 

A continuación hay que proceder a plantear lo que pueden llamarse las preguntas auxiliares o complementarias. Es decir, todas aquellas preguntas que deben contribuir a contestar la pregunta central.

 

Para ello, el mejor procedimiento es dejar que las preguntas vayan llegando a la mente, y se van escribiendo en un papel en el orden que se originan, sin tratar, todavía, de darles un orden.

 

Generalmente, hay que plantearse preguntas con respecto al período de tiempo, a los problemas, a teorías o enfoques, con respecto al todo y las partes, a posibles comparaciones o diferenciaciones, etc.

 

Una vez que se termine de realizar las preguntas auxiliares, hay que ordenarlas y organizarlas de forma lógica. En caso de que el número y complejidad de las preguntas sea excesivo, probablemente tengamos que reducir el tema, dado que si el tema es demasiado amplio y además no se cuenta con las fuentes suficientes, no será posible tratarlo adecuadamente.

 

Para delimitar y reducir el tema, debemos de pensar en las partes de un todo y contentarnos con tratar sólo una parte, por lo que se recomienda escoger una de las siguientes posibilidades: a) un aspecto específico; b) un período de tiempo; c) un área geográfica; d) un evento o acontecimiento determinado, o e) una combinación de los anteriores.

 

Supongamos que el tema escogido haya sido “La propiedad de la tierra en Ecuador”. Entonces podríamos pensar en: a) la pequeña explotación agrícola o en los sistemas de arrendamiento; b) en el momento actual o en la época colonial, o incluso reducir a un momento más preciso; c) puede referirse a una región, a un municipio, etc. d)los efectos de alguna ley o alguna crisis sobre la propiedad de la tierra. Combinaciones de dos o más podrían ser “la pequeña propiedad de la tierra en Pichincha”, “Distribución  de la tierra entre los indígenas de Quito a principios del siglo XVIII” o “Los efectos de la ley de arrendamiento forzoso en la propiedad de la tierra en la provincia de Manabí”.

 

Una vez hecho el proceso de reducción, hay que volver a iniciar el esfuerzo de definición, planteándose la frase o proposición del tema, la pregunta central y las auxiliares. 

2.12 Delimitación del tema de investigación

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